El diseño gráfico es una disciplina viva. Está al tanto de lo que pasa, se apresura en entender los cambios, interioriza las necesidades y prevé lo que vendrá y será realidad mañana. Nada de eso sería posible sin la visión de los diseñadores jóvenes que aportan metodologías e ideas. Silvia Ferpal, Premio Nacional de Diseño 2019, nos acompaña hoy para acercarnos su visión sobre un diseño que vuelve “a pensar en las personas para las que se diseña y no tanto en los clientes”, sobre su forma de trabajo y como no, sobre sus fuentes de inspiración marcadas por sus estudios de Bellas Artes en la Universidad Complutense y Diseño Gráfico en la ESD.
Silvia, bienvenida a LisbonParisMadrid. Has recibido el Premio Nacional de Diseño 2019 en la modalidad de Jóvenes Diseñadores. ¿Qué significa para ti este reconocimiento a nivel profesional? ¿Y a nivel personal? Es un premio que históricamente no se ha dado a gente joven y, en este sentido, estoy muy orgullosa. Tengo 30 años y, por tanto, una trayectoria bastante corta en comparación con el resto de premiados.
A nivel personal me ha dado confianza respecto a lo que hago que es diseño multidisciplinar. Tan pronto hago diseño estratégico, diseño de servicios o digital, como ilustración o un diseño gráfico más tradicional. Mi multidisciplinaridad me gusta, pero también me generaba muchas dudas por no estar especializada en algo concreto. Al fin y al cabo, mi especialidad son muchas disciplinas. Así que, el hecho de que me concedieran el Premio Nacional precisamente por esa multidisciplinaridad, me ha dado la confianza que necesitaba para defenderlo.
Todos los diseñadores sentimos curiosidad por grandes figuras que ya forman parte de la historia. Intentamos aprender de ellos, de sus palabras y creaciones y, sin embargo, las nuevas generaciones de profesionales tienen también algo que decir y mucho que aportar. ¿Qué aporta tu generación? Más allá de mi generación, de la gente de 30 años, tenemos que hablar de todos los que estamos trabajando en diseño ahora mismo y eso comprende edades muy diversas. Creo que, por fin, se vuelve a entender el diseño de la manera que se entendía antes, pensando en las personas para las que se diseña y no tanto en los clientes.
El hecho de que todos tengan acceso a utilizar herramientas de diseño, no los convierte necesariamente en diseñadores. Y, poco a poco, empresas e instituciones dan importancia al diseño, así que es un buen momento. Entienden que los diseñadores no solo tenemos capacidad para utilizar esas herramientas, sino que tenemos otras habilidades menos medibles, como la observación, la empatía o la capacidad de conectar investigaciones con ideas comprensibles.
Entre el diseño gráfico, la ilustración y el desarrollo conceptual, los proyectos de Silvia Ferpal se alimentan de la multidisciplinaridad y tienen la huella de sus estudios en Bellas Artes y Diseño Gráfico.
¿Cómo nació tu vocación? Y, ¿cómo la alimentas para que no la avasalle la rutina? No tengo claro cómo nació. Casi siempre que he tenido contacto con el diseño ha sido cuando he viajado. Un verano en Edimburgo, haciendo un intercambio, me alojé con una familia en la que el padre y la madre hacían algo de diseño. Este fue mi primer contacto con esta disciplina. Luego, de Eramus en Bélgica, en la Escuela de Arquitectura y Diseño tuve mi segundo contacto.
Así que el diseño para mí siempre ha estado vinculado al viaje, lo que también responde a cómo evito la rutina. He estado en Nueva York, en Roma… y eso me ha hecho ver el diseño desde perspectivas muy diferentes. Además, como decía antes, soy multidisciplinar y mi enfoque es siempre muy diferente, tanto en el médium como en el enfoque.
Ahora soy freelance y estoy teniendo en cuenta que, cosas que alimentan mi labor profesional como leer o ver exposiciones, deben formar parte de mi rutina y estoy intentando incorporarlas para que formen parte de mi jornada.
MN6 es un proyecto basado en la obra de Bruno Munari Libri Illeggibili. Una colección de utensilios de papelería que pierden sus funcionalidades, como reglas sin medidas o lápices doblados.
A todos los diseñadores nos influyen otros diseñadores, artistas, escritores o músicos por su forma de mirar o su interpretación de la realidad. ¿Quién te ha marcado? Estudié Bellas Artes y me ha influido mucho el mundo del arte. Me interesan artistas y diseñadores del siglo pasado como Bruno Munari, o el artista francés contemporáneo Paul Cox por cómo se mueve entre el arte y el diseño y cómo experimenta con el juego.
También me interesa Sol LeWitt por cómo construye reglas para hacer el trabajo. Y me resulta interesante la artista gallega Julia Huete que trabaja sobre la propia plasticidad de la obra o diseñadores como Jaime Narváez.
Desde el diseño gráfico a la ilustración, desde el diseño tipográfico al diseño de objetos. Algo que vincula todos tus proyectos, indistintamente del formato, es su carga conceptual. Un concepto fuerte desemboca en un diseño sólido. ¿Cómo trabajas en esa primera parte del proyecto? Estuve trabajando en Designit durante algo más de seis años. Allí la metodología de diseño estratégico estaba muy marcada y yo la he usado en otros campos. Es una metodología basada en entender muy bien al usuario y no exclusivamente al cliente. Por tanto, se basa en tener en cuenta las dos posturas y, el diseñador se convierte así en quien defiende los derechos de los usuarios para que el diseño sea algo ético, relevante y fácil de usar, pero que al mismo tiempo cumpla con los objetivos de negocio y cliente.
A partir de ahí, siempre comienzo los proyectos con una pequeña investigación. Después, genero muchas ideas para quedarme con las que considero más importantes y con más sentido. Siempre que es posible, trabajo con el cliente o con posibles usuarios.
Lo que unifica todos mis trabajos es cómo se formalizan. Aunque realizo trabajos de disciplinas muy diferentes la gente sabe que los he desarrollado yo, y creo que eso es por mis estudios de Bellas Artes y tener un desarrollo plástico personal, como una identidad propia que puede aterrizar en un contexto u otro.
LisbonParisMadrid está dedicado a las fuentes de inspiración de los diseñadores. ¿Cuáles son las tuyas? ¿Dónde buscas y encuentras tu inspiración? Sobre todo en la calle y en la ciudad, en exposiciones y en librerías. Encuentro inspiración en cosas muy aleatorias, no necesariamente de redes sociales, aunque consumo bastante información de Instagram, pero normalmente me gustan otro tipo de ideas. Cosas que veo por la calle.
¿Qué significa ser talentoso hoy en día? Alguien que hace crecer sus proyectos personales y que hace las cosas. Mucha gente tiene ideas, pero no las lleva a cabo. Valoro mucho a los que toman la iniciativa para llevar proyectos adelante por pequeños que sean. Para mí el talento es en tener ideas y llevarlas a cabo con cariño.
De la multidisciplinaridad de Silvia, también nacen piezas de cerámica y láminas de dibujo.
Uno de tus trabajos más conocidos es la tipografía Ferpal que acompañaba a las ilustraciones de Mercedes de Bellard en la campaña de San Isidro 2018. La tipografía estaba inspirada en las placas cerámicas de los nombres de las calles madrileñas y tiene un claro carácter castizo. Esta campaña llegó al corazón de los madrileños, pero ¿qué significó para ti? ¿Cómo es el proceso de diseño de una tipografía? Tengo claro que los proyectos más personales son los que dan identidad a un diseñador. En este caso, el proyecto comenzó como un proyecto personal y creo que por haber hecho algo tan puro, tan mío y sin restrinciones, hizo que destacase. Tuve la suerte de que el Ayuntamiento de Madrid, con Nacho Padilla como Director Creativo, viera el proyecto en internet. Así fue como afiancé la idea de que los proyectos personales son los que de verdad valen –al menos para mí–.
Ferpal Sans es una tipografía urbana para la ciudad de Madrid “pensada para señalética o cartelería”. Fue una de las protagonistas de la gráfica de las fiestas de San Isidro 2018 junto con las ilustraciones de Mercedes de Bellard. Una de las muchas campañas que enamoraron a los madrileños bajo la dirección creativa de Nacho Padilla.
En el caso de Ferpal Sans, también comencé con una investigación en la que tuve en cuenta cómo crear una fuente legible desde lejos, pensando que fuera una tipografía urbana, para señalética o cartelería. También quise incluir características más gráficas de la ciudad de Madrid y para ello me inspiré, como dices, en las placas cerámicas de los nombres de las calles. A partir de ahí, empecé a dibujar letras y a ajustar y medir espacios manualmente –la parte más tediosa–.